domingo, 21 de diciembre de 2008

EL CAMBIO DEL DESTINO DE UN MORTAL


            







Esto comienza... y debo decirles mis queridos visitantes del ciber mundo que me es difícil escribirles, pues no acostumbro a narrar y contar todo lo que sucede en mi vida, pero en este medio quisiera hacerlo.

            Soy un provinciano con muchos sueños en el bolsillo, con grandes sueños en el corazón, con un misterio de parte de Dios.

            Es tan simple mi vida como la explicación de la creación del mundo. A veces creo que no logro entender el propósito del vivir. Pero siempre en mi espíritu ha estado la necesidad del existir y mas allá del temerle a la muerte, la única explicación hasta ahora entendible para mí es el amor de el gran YO SOY.

            De tierras hostiles y campos que enjugan los caminos de leche y miel  provienen las huellas que he dejado en el camino. Tierras pastoriles que nunca olvidaré, pues las guardo en mi corazón. Y siempre tan diferente, siempre tan extraño, todo un bicho raro, eso fui.

            Me crié igual que mi hermano. Mi madre a ambos nos amaba de igual forma, y él es mayor que mí por tres años y medio. En la etapa de la infancia compartíamos como dos cachorros, todo el día pues nos peleábamos y ya al rato vivíamos a jugar.

            Para mí la niñez fue dulce hasta que comencé a madurar, a entender que me preparaba para enfrentar a bestias, a dragones de maladad y ser pasado por fuego con el propósito de formarme como ser, como hijo, como hombre.

            La historia antes de mis siete años es terrible, no la quiero contar, pero lo que si me gustaría compartirles es lo que me ocurrió en ese año siete. No recuerdo bien la fecha, pero fue entre el invierno y primavera de 1996; estaba a punto de morir, estaba en un pabellón de hospital, me iban a operar.

            Recuerdo ese frío pabellón que era azul claro con muchas divisiones de cortinas verdes. En el cielo de este veía muchas luces y grandes maquinas, al parecer eran para anestesiarme, estaba desnudo, no entendía que pasaba, quería estar con mi madre pues la extrañaba mucho. El silencio interminable de voces y el zumbido de pantuflillas o sandalias de sala quirúrgica me tenían atolondrado. ¿Qué ocurriría? me preguntaba. Sabía que estaba por batallar con la muerte, pues tres meses atrás me habían descubierto algo extraño en la panza y debían extirparlo; algunos pensaban que era un tumor, pero nunca fue así.

            De repente una enfermera se me acercó y me preguntó si yo quería que me pinchara o que mejor inhalara ese "rico" olor a manzana. Sin pensar dije "el pinchazo mejor". Al instante comencé a ver todo borroso, a lo lejos  empezaba a oír voces de ultratumba y de un momento a otro me desvanecí. Desde ese instante mi vida comienza a cambiar para siempre.

            La operación se había iniciado, y mis padres estaban afuera del pabellón, los dos muy silenciosamente histéricos, nerviosos e intranquilos. Mi madre no paraba de llorar, retenía lágrimas y llantos desgarradores en su corazón, al parecer temía por el que la muerte me venciera, temía por una importante decisión que tomar. 

            Ya iban más de dos horas de operación y mi madre tomo la decisión. 

-Iván- dijo mi madre casi susurrando en el denso aire a mi padre quién sin responderle se acerco para escuchar aquello que le hizo temblar las piernas. 

-Iván- nuevamente susurro mi madre entre goteras de sufrimiento.-Ya no puedo más, Cristóbal estará bien. Si, lo estará, porque yo se lo entrego al Dios y que El decida lo que ocurra con su vida. Si vive será para El. Si muere, bueno, amén.

Esto de inmediato provocó rabia y dolor en mi padre, pues después de más de siete años luchando no esperaba esas palabras de la boca de mi madre, pero la suerte estaba echada y el Dios de todo ya había tomado la decisión.

            VIVE. 

            De seis a Ocho horas duró la operación, y salí. Comenzaba a salir de la anestesia, empecé a reconocer el hospital, estaba en la sala donde estuve como dos semanas antes de la cirugía. Y bueno, allí estaba mi madre, a mi lado, recuerdo muy borrosamente su mirada que clamaba a Dios por vida y sanidad, tratando de absorber mi dolor y transferirme su sanidad. Mi panza no paraba de subir y bajar, era como un globo que se inflaba y desinflaba.  Estaba en las horas claves. El reloj marcaba aproximadamente las cinco de la tarde.

            Y bueno, se hizo de noche y ya eran las nueve de la noche. A esa hora no se permitían visitas, pero vi a mis padres conversando con el doctor Fernando Argandoña (quién dirigió la cirugía) a los pies de mi cama. Todo parecía estar mejor, pues ahora respiraba normal y ya no sentía dolor. En ese instante apreciaba como me llenaba de vida, pues pareciera que salí del campo de batalla victorioso, pero... yo no hice nada.

            Si, no lo dudo, hubo alguien más poderoso que la muerte quien sometió al hades, calló al seol y me dio la dicha de salir vivo.

            Después de la larga cirugía mis padres volvieron a sonreír y mi madre me hablaba de un programa de tv que mi prima Roxana veía por las noches. Me dijo que lo viera un rato, pero que me durmiera pronto ya que debía recuperar fuerza para que nos fuéramos pronto a la casa.

            Eso me hizo sacar una sonrisa y me llenó de alegría, aunque no lo podía expresar por todo el cansancio físico que tenía.

            Ahora bien, desde aquella tarde ya no pertenecía a mis padres, no pertenecía a este mundo, sino que ahora era del Rey, del Creador, del Señor.

            De aquel día mi vida tuvo un vuelco y transformó mi destino.

                        UNA PAUSA EN LA ETERNIDAD.



2 comentarios:

  1. El señor tiene maneras maravillosas de llegar a nuestras vidas, segui alabandole y adorandole a El.

    Por si es la ultima vez que nos vemos feliz navidad y que mi Dios siga bendiciendo tu vida enormemente el proximo año

    bendixcs

    ResponderEliminar
  2. Igualmente que el Todo poderoso te re bendiga y que tengas una muy feliz navidad y un buen año nuevo.

    ResponderEliminar